Imagen y semejanza de Dios

 





Toma el control


Dios creo al hombre y lo bendijo, y le dio orden de multiplicarse para que tome el control y no fuese afectado por el entorno, Dios lo empoderó y puso poder en él para cambiarlo. Ya que cuando tú tomas el control de tu entorno, no puedes ser afectado por el mismo, sino que controlas todo lo que te rodea, y el entorno es cambiado por lo que tú eres.

Génesis 1-28

Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

Como representante de Dios debes controlar tu entorno, y cuando tú lo haces lo está haciendo El Padre, porque eres imagen y semejanza de Él. De esta manera el entorno no te afectará a ti, Pero si no agarras esta palabra y tomas el control, entonces vendrá el mundo natural a tomar el control sobre ti.

Esto solo sucede cuando tú estás como aquel deportista que no se mantiene en entrenamiento continuo para una competencia. Al no entrenarse, cuando llega el momento de la verdad, es incapaz de obtener los resultados que se espera de él y pierde: porque no se multiplicó como debía, y por tanto no dio los frutos que debía de dar. Pero si te mantienes en entrenamiento continuo, dará los frutos esperados y habrá multiplicación.


Para tomar el control del entorno, tienes que dar fruto y multiplicarte como hijo de Dios. Así como aquel deportista que desea ganar a su contrincante debe ampliar sus habilidades para alcanzar buenos resultados frente al adversario, así tienen que hacerlo los hijos de Dios. Todo se resume en expandir las estrategias, para así obtener el control de lo natural y ganar la competencia.

Es lo mismo con nosotros frente al mundo, tenemos que multiplicar y dar frutos de lo que Dios creó en Génesis 1-26 , imagen y semejanza suya. Solo activo y multiplicado este verso, podemos sojuzgar y controlar nuestro entorno como lo que somos: imagen y semejanza de Dios. 

Génesis 1-26

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.

Dios nos creó a su imagen y semejanza, con el propósito de que el mundo fuera lleno de todo lo que Él es, y controlado por Él a través de nosotros. Por eso en Génesis 1-28, bendijo al hombre, y le mando a multiplicar y dar frutos de lo que ya había creado.


Multiplica y da fruto de la imagen y semejanza del Padre







Génesis 1-28

Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

Dios manda a multiplicar y dar frutos de su imagen y semejanza, porque a medida que se multiplica el mundo natural, tú también tienes que ser multiplicado en lo sobrenatural, porque solo multiplicado lo que Dios es, el hombre puede tener poder para controlar.

¿Qué pasa si el mundo natural se multiplica y da frutos y tú te quedas estático? Tú vas a desaparecer, el mundo natural te va a ahogar. Porque así como el buen deportista tiene que multiplicar y dar frutos de sus habilidades frente a la competencia, así también nosotros como representantes del reino tenemos que multiplicar, y desarrollar las habilidades divinas, para tomar el control y ganar la competencia en el mundo natural. Y es una gran competencia.

Al igual que el deportista que no entrena, si nosotros los representantes del reino no desarrollamos nuestras habilidades divinas, no obtendremos la victoria frente a la competencia. Pero cuando multiplicas y fructíferas la imagen y semejanza de Dios, a donde llegues Él llegará contigo. Donde tus hijos llegan, Él llega con ellos; porque Él está en ti y en ellos.


 

Génesis 39-2/3

Más  Jehová estaba con José, y fue varón próspero; y estaba en la casa de su amo el egipcio. Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que todo lo que él hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano.

José portaba algo especial, su presencia cambiaba el ambiente, esto sucedía porque Dios estaba con él. Y por ende, donde él hacía acto de presencia, Dios lo hacía con él. Dios se encargaba del lugar donde iba José, no sólo del lugar, sino de lo que allí había. Las personas no podían actuar normalmente en el lugar donde estaba José; tenían que hacerlo como Dios ordenaba.

Tomar el control no es por fuerza humana, sino por el poder y el favor de Dios con nosotros. Para tomar el control tenemos que ser humildes y sólo preocuparnos por agradar a Dios. Cuando así lo hacemos, Dios se encargará del ambiente de cada lugar que nosotros visitemos, y tomará todo control del mismo.

Tenemos que reconocer quienes somos, y vivir arrepentido de todo aquello que a Dios no le agrada. Así el poder de Dios se manifestará, y sucederán cosas inusuales donde pisen nuestros pies, nos convertimos en representantes del reino del Señor, y donde lleguemos nosotros llegará Él con nosotros.

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