En el tiempo de Dios



El tiempo de Dios


Para cada tiempo y para cada temporada, Dios tiene una solución para su pueblo. Él no se limita a los tiempos, ni a las temporadas como nosotros. Dios en su omnisciencia, omnipresencia, omnipotencia; Él ve el futuro, ve lo que viene para su pueblo, y desde antes de que llegue la situación, ya está preparando la solución. Dios está preparando una estrategia, un plan de salvación para los suyos. Por tal razón es que tenemos que entender y comprender los tiempos de Dios y, por ende, aceptar que no son como los nuestros.


Si te sientes sin salida, sin amparo y sin fuerzas, si sientes que no puedes más, y que nadie te comprende; estás en tu mejor momento: estás a punto de ver a Dios en tu vida. Un milagro está a punto de llegar a tu vida, porque Dios no se glorifica en los fuertes, sino en los débiles; en aquellos que ya no pueden nada. El poder de Dios no se manifiesta donde hay fuerza natural, sino donde ya no hay. Si te sientes así, esto significa que ya estás a punto de recibir el milagro. La gloria de Dios está a punto de caer en tu vida.


Juan 5:5/6 

Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 


No importa el tiempo que haya esperado, no importa el tiempo que tenga ahí, lo que sí importa, es que Jesús está a la puerta y que estás a punto de recibir el milagro. Antes de que hables, ya Dios sabe el tiempo que llevas ahí, el tiempo que llevas orando, clamando y postrado a la espera de que ocurra un milagro. Y como Él lo sabe, está haciendo la entrada para llevar la respuesta de lo que has esperado. 




Juan 5-6 

Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 


Ya no hables más de tu condición, ya no es necesario. Él tiene la solución, porque ya la conoce y sabe el tiempo que llevas con ella, y precisamente el tiempo movió el corazón de Dios, tocó la compasión de Jesús para responder a tu necesidad. El tiempo es un espacio de transición, uno usado por Dios para la preparación y purificación nuestra.



El tiempo de espera, muestra la necesidad, la humildad y la dependencia que tenemos. También se pueden clasificar, nombrar y enumerar las cosas que hemos sacrificado y las áreas que hemos trabajado en el tiempo de espera. Por esta razón, cuando Jesús supo que tenía tanto tiempo en cama, se dirigió a él.


 Juan 5-7 

Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. 


El Señor, día tras día nos ofrece sus manos para levantarnos, y nosotros seguimos repitiendo las mismas cosas de antes, cosas que a Dios no le interesan. A Él solo le interesa quitar la parálisis de nosotros, que nos esclaviza por años. Lo que tú vives repitiendo a diario, ya Él lo sabe, y por tanto, te quiere levantar, salvar y restaurar.


Dios, no se dirige a ti para escuchar tus quejas y lamentos, ni para que le recites lo que está pasando o lo que ha pasado. Él se dirige a ti con un propósito específico y de bien. Lo hace siempre movido por compasión, misericordia y amor. Él escucha tus súplicas y oraciones, y se manifiesta para transformar tu vida. 




A veces queremos ser visitados por Dios y queremos ver su gloria, pero no queremos esperar el tiempo. Y aquí en esta historia, el factor tiempo es muy importante. Con este hombre el tiempo en el hecho, demostraba la necesidad de ayuda que él tenía y la carencia de fuerza humana; porque no tenía quien lo llevara y los demás le pasaban por delante. La aplicación de la fuerza humana impide el favor de la gloria de Dios.


Juan 5:8-9

Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.


El milagro ocurre cuando ya no hay salida, se han agotado todos los recursos humanos y cuando no hay alternativas. Por tal razón, los hombres y mujeres que más milagros ven, son aquellos que dependen de Dios. Porque para ellos solo hay una alternativa, y es el Señor. Ellos no corren a otro lugar, no buscan en otro lado, no llaman a otro lado, sino a Dios, porque dependen de Él.


La dependencia de Dios nos hace vivir una vida de milagros, porque cuando dependemos de Él, nosotros no hacemos nada, sino que es Dios quien hace todo para nosotros. Él no se manifiesta donde hay fuerza humana, sino donde ya no hay. Para tener una vida de milagros, tenemos que ser dependientes del Padre como lo fue Jesús.


Jesús, siempre acudía al Padre, porque dependía completamente de Él. Cuando dependemos de alguien que es justo como lo es nuestro Padre, Él nunca nos desampara, porque sabe que si lo hace nos quedamos sin camino y sin vida. Es por ello, que podemos ver que Dios le respondía siempre; nunca quedó Jesús sin respuesta, y muchos fueron testigos de esa vida de milagros con él, porque dependía del Padre.



Activa tu fe y recibe tu milagro




Había una mujer que tenía doce años sufriendo de un flujo de sangre. Ella había gastado todo lo que tenía en los médicos y los médicos no la habían podido sanar. Entonces, ella se acercó a Jesús y tocó el borde de su manto, e inmediatamente dejo de sangrar. Entonces Jesús dijo: “alguien me acaba de tocar”. Todos le dijeron que nadie lo había hecho, y hasta Pedro dijo: “toda la gente te empuja y te está apretando”. Sin embargo, él insistió: “alguien me tocó, sentí que salió poder de mí”.



Lucas 8-43/48 

Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz. 


Jesús estaba lleno del poder sanador del cielo. Y la fe, la seguridad y la convicción de esta mujer, de que sería sanada si tocaba su manto, sacaron y demandaron ese poder sanador; y así fue sanada de su enfermedad. Esta mujer arrebató su milagro, porque se acercó a Jesús con la certeza de que en él había solución, de que en él estaba lo que ella necesitaba. Ella activó su fe y demandó su milagro. 


Como esta mujer no se dejó limitar por la multitud, sino que a pesar de ella, se mantuvo enfocada en el milagro que necesitaba, así también nosotros tenemos que obviar las multitudes que nos impiden llegar al maestro para recibir el milagro que necesitamos. Tenemos que mantener nuestro enfoque en el maestro, que es quien tiene el milagro que necesitamos. Si nos enfocamos en la multitud, no tocaremos al maestro para arrebatar el milagro. Tenemos que caminar en medio de la multitud, pero enfocados en Jesús.




 ¿Cuál es la multitud que te impide llegar al maestro? ¿Cuál es esa multitud que te detiene y no te deja llegar y arrebatar tu milagro? Tienes que declarar tu milagro. Durante el paso por la multitud, tienes que declarar tu milagro, para mantener tu enfoque en el maestro durante el camino.


Mientras declaras tu milagro, aquel que quieres arrebatar del maestro, recibes fuerzas para no ser detenido ni desenfocado durante el paso por la multitud. En el camino, durante el tiempo para arrebatar el milagro, esta mujer decía “si toco su manto, seré sanada”. Esta declaración le daba fuerza para no detenerse por nada, estas palabras la mantenían enfocada. 


Declara con tu boca el milagro que quieres recibir: hazlo durante el día, y día tras día; no dejes de repetir y recibirás ese milagro que tanto anhelas del maestro. Declara lo que quieres recibir de parte de Jesús, nuestro señor y salvador, y verás que lo recibirás. Tienes que provocar que el poder salga de él.


Tienes que producir algo para que ese poder tenga que salir. Es algo que tiene que producirse dentro de ti, para que cuando toques al maestro, salga. Tú tienes que producir algo para atraer ese poder hacia ti, como lo hizo esta mujer del flujo de sangre. ¿Con qué tú vas a provocar eso? Con tu fe. ¿Cómo vas a mantener esa fe durante el camino? Oyendo la palabra de Dios, accionando en ella y declarándola.




Esta mujer escuchó hablar de Jesús y creyó en lo que escuchó. Ella reaccionó conforme a lo que escuchó, ella tuvo fe. Así ella declaró durante el camino, diciendo “si toco su manto, seré sanada”. Y recibió su milagro.


 Marcos 5-25/29

Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote.


Cuando activamos nuestra fe y vamos a la presencia de Dios, entendiendo que en Él están todas las cosas, que en Él está la solución de todo, cuando mantenemos esa fe activada, esta fe nos describe como dependientes total del Señor, y por ende, sale poder de Él, entonces algo automático se activa a favor nuestro.


Es el poder del cielo que desciende trayendo solución, sanidad y prodigios para los que se exponen a la atmósfera de fe. Es el poder que fue puesto en ti desde el principio de la creación que se activa, y las puertas se abren, las cosas suceden, tan pronto tú decides creer.


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