Conociendo tu hombre interior


Un encuentro con Dios

Un encuentro con Dios nos alumbra el alma y nos lleva a ver lo que realmente somos. Cuando sucede esto nos encontramos con nosotros mismos, y es ahí donde comienza el conocimiento de nuestro hombre interior. Conocernos internamente aporta mucho a nuestras vidas, porque es en este momento donde podemos visualizar claramente aquellas cosas que tenemos, y que las tenemos que trabajar y cambiar. Es aquí que las podemos clasificar y poner cada una en lugar. 

Es que solo la luz de Dios puede alumbrar nuestro interior, a tal punto, que podamos ver claramente lo que realmente somos y reconocer todo aquello que hay en nosotros que nos hace mal y hace mal a los demás. No hay otra luz que lo pueda hacer, que pueda llegar tan profundamente en ti, hasta poner en evidencia aquello que está tan oculto, que ni tú mismo conoces. Pero la luz de Dios hace flotar todo aquello  que nos esclaviza y que nosotros ignoramos que tenemos.

Poder ver y reconocer lo que realmente somos es el primer paso para nuestro crecimiento espiritual, porque es aquí donde inicia nuestra libertad. Aquí nos vamos a despojar de todo lo que nos ocupa internamente y nos aparta de Dios , nos vamos a arrepentir y nos vamos a devolver del camino que llevábamos, conducidos por todo aquello que nos mueve internamente. Este es el momento de la verdadera libertad, para disfrutar de la presencia del Padre, para que de la misma, llene nuestra vida de todo lo que Él tiene para nosotros.

Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,

Hechos 3:19

De este modo seremos criaturas nuevas ante los ojos del Padre, para caminar por el camino que Él quiere que llevemos. Y Dios se nos hará presente en nuestro caminar y de su presencia vendrá a nosotros tiempos de refrigerio. Todo esto porque hemos decidido dejar lo que no le agrada a Dios, para hacer lo que es de su agrado. 



Dirección de Dios

Muchas veces estamos totalmente confundidos creyendo de nosotros algo muy diferente a lo que Dios dice, y esto nos lleva a vagar y a desviarnos de la dirección que Dios nos ha indicado. Pero el Padre se acerca a nosotros y nos redirecciona de nuevo cuando en realidad está en nosotros el deseo de agradar al Padre. Él conoce los corazones y sabe si tenemos la intención de agradarle.

Dios se acercó a Gedeón, lo fortaleció,  direccionó y lo cambió de posición. Él se consideraba diferente a lo que Dios creía de él, Gedeón estaba confundido en cuanto a si mismo, pero Dios le indico quien realmente era y le indico por donde debía caminar.  

Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo? Entonces le respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre. Jehová le dijo: Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre.

Jueces 6:14-16

Dios le indico a Gedeón lo que debía hacer y cómo debía hacerlo, porque cuando te encuentras con el Padre, ya no andas a ciegas, sino que Él te guía indicándote, que hacer y adonde ir.

Pero en realidad a Dios no lo hace cambiar de parecer lo que tú piensas de ti, a Él le importa la intención de tu corazón, y que en el mismo anheles acercarte al Padre y volver a relacionarte con Él. Porque el Padre sabe cuando tu corazón está dispuesto, y por tanto, se acercará a ti, te fortalecerá y te indicará por dónde ir. Porque no podrás conocerte y devolverte de la dirección que llevas por si solo, sino que debe surgir en ti un deseo, una intención, la cual te abre puerta y  llama la atención de Dios para direccionarte. 

Conocernos nosotros mismos es descubrir lo que somos y lo que tenemos interiormente. De este modo podemos clasificar lo allí encontrado, entre bueno y malo, ( lo que agrada a Dios y lo que no es de su agrado) y de esta forma cambiar  todo aquello que no es del agrado del Padre por aquello que sí lo es: para de esta manera ser alumbrados por su luz, ser guiados y direccionados por Él y disfrutar libremente de su presencia.

 


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